2013, Verbo a practicar con la lectura:
zarandar.
Leo últimamente
cosas que no me gustan. Desconfío de mí. Siempre es mejor volver donde uno se
ha criado: las cosas, aun polvorientas y envejecidas, conservan una belleza
perceptible. Sin necesidad de tocar ni buscar nada, está ahí cuanto nos acogió
e hizo de nosotros un destello, alguna vez.
Como ese
personaje de cuento, paso la tarde arrancando las hojas de los libros y
echándolas al fuego. El calor que me traen es lo único salvable. Las llamas son
azules por la falta de oxígeno y dibujan sinuosos artificios que quieren ser esencialmente
objetos, cosas concretas de las que hablar.
Pero ya es tarde.
Solo se escuchan los estallidos del papel.
Esto viene a cuento del repaso anual que suelo hacer a lo que he leído. Teniendo en cuenta que mis últimas lecturas no me estaban gustando nada, refleja cierto pesimismo que no se corresponde con la verdad.
Evitaré hablar de estos malos ejemplos y ahora nombro aquí parte de aquello que más me gustó de cuanto leí el año pasado:
Poesía: Bélgica, de Chantal Maillard (no es exactamente poesía, pero nada es exactamente algo)
Poesía: Bélgica, de Chantal Maillard (no es exactamente poesía, pero nada es exactamente algo)
Relatos: Pulso, de Julian Barnes (soy fan); Todos los cuentos, de García Márquez (siempre). La palabra del mundo, J Ramón Ribeiro (descubrimiento). El aliento del cielo, de Carson McCullers. Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (pura emoción).
Novela: El gatopardo, de Lampedusa (más vale tarde)
Otros: Historia del veneno, de Adela Muñoz Páez (ya no puedo comer una almendra sin notar sabor a arsénico).
Hice la transición al 2013 leyendo "Si una noche de invierno un viajero", tan contenta.
(Harta de las quejas a los lectores: ¿En España no se lee o en España no se escribe?)
Feliz año y feliz verbo.