Contar que he estado en La casa encendida, en un taller con Jordi Doce.
Paseé por Madrid, que en otoño tiene el sol oblicuo y arrugado.
Volví también al Hayedo de Tejera Negra, el más meridional de la península (preciosa palabra). Subimos hasta el collado de las cabras y los más valientes se arriesgaron aún más, hasta el vértice geodésico.
Y es que hay gente que necesita subirse a lo más alto, la última piedra, sobre la brizna de musgo que cría la caliza.
Lo difícil es conservar el orgullo y el músculo.
Paseé por Madrid, que en otoño tiene el sol oblicuo y arrugado.
Volví también al Hayedo de Tejera Negra, el más meridional de la península (preciosa palabra). Subimos hasta el collado de las cabras y los más valientes se arriesgaron aún más, hasta el vértice geodésico.
Y es que hay gente que necesita subirse a lo más alto, la última piedra, sobre la brizna de musgo que cría la caliza.
Lo difícil es conservar el orgullo y el músculo.
Una foto, ese mismo día, de Chema Fernández:
"No se preocupe:
me nacen arañazos cuando espero"
Luis Rosales, La casa encendida
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