
He seguido las peripecias de la apertura del enterramiento donde se supone que Lorca vive su
eternidad. Siempre me confundió que la familia no quisiera llegar hasta el final. Ahora, a las puertas de que el misterio se desvele, leo que hay algo así como un compromiso oficial de silencio acerca del futuro descubrimiento. Gibson dice: "Si conozco bien este país, la exigencia de confidencialidad no triunfará".
Yo creo, como Gibson, que enseguida llegará, no la verdad sino los rumores más diversos acerca del asunto, y esto derivará en otro misterio y otra eternidad. -Qué diferencia con ese par de ancianitos ingleses que hace unos días, en un documental sobre la segunda guerra mundial, confesaban haber guardado, cada uno por su parte (¡¡durante treinta años!!), el secreto acerca de su trabajo (traductora y descifrador de códigos), compromiso laboral al que ambos se habían entregado-.
Lo terrible de verdad es lo poco que se han tenido en cuenta los derechos de las otras familias. Quizá a la muerte haya que dejarla reposar siempre en el lecho que elige.
Se me ocurre que ahora que hay tanta ceniza en lugar de tumba, tantos desconocidos en el aire y en el mar, sin nombre ni fecha ni epitafio (o sea, sin justificante), estamos cada vez más cerca de la nada.
Qué descanso.