Sé que hay un pequeño almacén en algunas bibliotecas con libros que ya nadie lee y que ofrecen para que quien quiera se los lleve a su casa para siempre.
Cuando leí la lista de libros de expurgo, que así se llama la clasificación, sabía que iba a quedarme con alguno; como aquel que visita un orfanato y siente sobre sí la mirada inocente de todos los abandonados.
El proceso de adopción fue rápido. Me llevé: "Yo estoy bien, tú estás bien", de Harris, más que nada por añoranza. En mis tiempos de universitaria era obligatorio leerlo y, durante unos años, difícil encontrarlo.
Me lo entregaron tal y como esperaba: de amarillo interior, con falsas tapas de cartoné rojas y una tarjetita delante con los lectores que, durante los años ochenta lo habían leído. Muy pocos, la verdad, y muy de tarde en tarde. Sobre esa tarjeta habían puesto mi nombre.
Aquí está, revolucionando la estantería y a punto de provocar una insurrección.
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