Una: Somos impredecibles y peligrosos cuando se trata de guardar el turno, lo dice mi experiencia en los mercados.
Dos: Nada es definitivo.
Tres: Fuegos artificiales, explosiones llamativas y efímeras, deslumbran y parece que hermosean el cielo, pero solo dejan humo y mal olor.
Escuché ayer en la radio que Trueba, David, ha titulado su último libro Ganarse la vida y me hace cierta gracia la coincidencia con mi Ganarse la vida (2018, la vieja era). No hubiera sido así de ser mi nombre el de una gran poeta, seguro. Hay escasez, tiempos raquíticos como para esconderse.
Pero, al fin, nadie es propietario de nada.
1 comentario:
Nadie, nada, nunca.
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