La sesión fue compartida con otra poeta, Sara R. Gallardo, cuyo libro Berlín no se acaba en un círculo, recomiendo para hacernos notar que respiramos.
Grande no ha cambiado; tal vez sea un poco más bestia que al principio, un poco más menuda basura es esto, pero se le identifica perfectamente desde el primer poema, cuando lanza a su abnegado lector todo tipo de imprecaciones hasta conseguir que la vergüenza aflore a sus mejillas y se espante al comprobar lo bien que le conocen. El TÚ de Grande es casi tan enorme como el YO.
Hay que leer su libro porque, sobre todo, es una monería, de esas cosas que puedes llevar en un bolsillo pequeño y atacar, si es necesario, en cualquier parte con él a los malos bichos. La estética muy conseguida, de ciudad cargante y adocenada; la foto del autor a media luz siniestra (que no quiero decir aquí a quién me recuerda), un detalle que dice mucho de quien escribe. Marta Muñoz Cuesta le hace un regalo con sus ilustraciones. Y no solo hay que tocarlo y verlo, también hay que leerlo. No dejará a nadie indiferente, seguro. Carlos Es, en el fondo, un filósofo rastrero que no se para en mediocridades.
Aquí incluyo dos fotos, mal hechas, de su portada y su dedicatoria, y un poema: Fortaleza, para muestra.
Cuando acabó todo, ÉL ya no estaba allí, pero nos vigilaba.
fORtALezA
Nunca te muestres débil.
Si alguna vez flaqueas,
qué pensarán de ti los que te quieren.